jueves, 11 de marzo de 2010

EPISTEMOLOGÍA EN TERCERA DIMENSIÓN

“No hay nada más difícil que no engañarse a uno mismo” *

Wittgenstein.

Desde “el giro copernicano” de la filosofía Kantiana, la pregunta epistemológica de ¿cómo conocemos? se vuelve imperativa. Ya no como una inquietante filosófica o psicológica sino más bien como parte de una responsabilidad ética en el planteamiento de toda cuestionante o estudio. Es pues, que en las consideraciones que podamos tener sobre los hechos de nuestra realidad social, política o económica, entre otras, ya no nos podemos hacer los necios al no considerar que toda perspectiva no sea más que una cosmo visión dentro de un compendio más.

No solo contamos con nuestra mente y percepción con sus propias capacidades e inconvenientes en la generación del conocimiento sino que además éstas tienen que ser expresadas a través del lenguaje, limitado tal cual es. Y ya una vez inmersos en este, de por sí, escabroso proceso en la elaboración del conocimiento o en la comprensión de los hechos, debemos pasar la angustiosa vía dolorosa de concertar y pactar los “hechos expresados como producto de conocimiento”, con los otros y otras. Con aquellos que de igual manera están en el mismo proceso de comprender y comprendernos.

En tiempos en que pareciera que los dogmatismos, que tienden a polarizarse y polarizarnos, toman fuerzas en las definiciones de estilos de vida, moral, economía y derecho entre otras. En una época en la que la tecnología ha revolucionado la forma en que se discuten las grandes problemáticas de nuestra época, transformando el foro público en el cual se deliberan y se debaten las ideas. Es imperativo permitir la pregunta curiosa que nos lleve a la duda creativa, de ¿si los “resultados” que hemos estado obteniendo como sociedad son o están directamente relacionados con la forma en que estamos comprendiendo los “hechos sociales” y si estos (hechos sociales) no son los deseados o los resultados que buscamos o necesitamos como sociedad para resolver nuestros problemas, qué hace que no nos atrevamos a estar dispuestos a quitarnos los lentes en tercera dimensión y abandonar la ilusión de nuestros modelos de mundo?

La pregunta simple podría ser ¿son los modelos los que interfieren en el diseño de acciones contendientes a resolver oportunamente las necesidades de nuestro planeta? O en términos filosóficos y éticos ¿es responsable debatir modelos mientras existen muchas necesidades de las cuales no nos ocupamos oportunamente? O en vocablos románticos, si se me permite, ¿tiene sentido que tan solo una vida pase por este mundo sin poder vivirla, mientras otros discutimos qué es la vida?

Es posible que sean los resultados (obviedades) los que nos puedan guiar sobre los planteamientos de cómo resolver como sociedad humana las realidades que nos conciernen y así poder obtener logros importantes y sostenidos. El único indicador claro y obvio de que no estamos logrando lo que necesitamos son los resultados mismos que hasta ahora hemos obtenido. Los modelos que utilizamos se convierten pues en funcionales o no funcionales de cara a lo que nos invita resolver. Los modelos no son verdades, ni siquiera realidades sin embargo nos llevan a actuar y crear realidades. Y estas son en último término las verdades que si tenemos.

La política y el derecho han sido dos de las grandes disciplinas y métodos para el “contrato social”, y parecieran, que surge como necesidad de garantizar la libertad y ponerle los límites posibles al Poder y sus abusos sobre los ciudadanos. Sin embargo tanto el derecho como la política han estado a merced de formas de Poder que terminan corrompiéndola y llevándolas a satisfacer los intereses particulares de poder.

Tanto la política y el derecho así como lo ha sido la religión y la ciencia, son constructos producto de nuestra capacidad de razonar, dialogar y actuar, que no escapan a ser modelos de comprensión de los hechos sociales. Y estas comprensiones son corruptibles por los intereses de poder y el Poder.

Para Foucault la pregunta del conocimiento no se concreta en lo interno (el ser humano) o en lo externo como las formaciones históricas. No se puede leer la historia en clave evolutiva sino más bien caótica y no se puede entender a partir de sus instituciones sin comprender los enunciados que se materializan en ellas. Para Foucault la pregunta es por lo tanto tripartita ¿Qué sé?, ¿Qué puedo?, ¿qué soy? (Morey M. 1987). En otras palabras hay que correlacionar el orden discursivo (regularidades de los conceptos y objetos en una familia de enunciados) de las posiciones de sujetos (emplazamientos) y el espacio complementario (instituciones, acontecimientos y procesos políticos, entre otros)

El saber pues no seria diametral sino más bien una función que pretende constituirse en un dispositivo actualizado a formas prácticas del Poder. La relación saber y poder en Foucault es indistinguible, pues una presupone la otra entre lo decible y lo visible. Lo que nos llevaría a la tarea inevitable de alumbrar espacios con la función correlativa del saber y la pretensión de las acciones de la fuerza del Poder.

El saber pues ha de proporcionarnos nuevas dimensiones, formas alternas de comprensiones no exclusivamente sincrónicas ni diacrónicas sino más bien como puntos singulares donde converjan y alumbren nuevas formas de saber, de comprender los hechos sociales. Estos últimos como modelos de relación y las relaciones como articulaciones de fuerzas productoras de discursos – enunciados (modelos) que se concretan en instituciones (dispositivos) y que determinan una verdad heterodoxa, una realidad aparente, una versión de la película en tercera dimensión.

La función del acto de saber y de las relaciones de saber se constituye como un conocimiento provocador de sentido. Un sentido entre multiplicidad de sentidos plegados uno sobre otros que se opone a un sentido liso y arbitrario del saber.

* Wittgenstein nos permite discriminar entre las “cosas” y los “hechos”, estos últimos pertenecen al “espacio lógico” y a las posibilidades de enunciación que podemos hacer sobre el “mundo”. Este principio nos permite diferenciar la “realidad” o el “estado de las cosas” y las interpretaciones o enunciaciones que hacemos que terminan conformando nuestra cosmo visión. La interpretación o “asociación” que hacemos para integrar una estructura ideológica o discursiva (espacio lógico) no es más que una posibilidad entre muchas que escogemos arbitrariamente para hacer una enunciación sobre el “mundo” o las “realidades sociales - existenciales”. Esto no debe entenderse como un relativismo o psicologismo, muy por el contrario sino como una especie de “realidad virtual” que determina una realidad conductual concreta pero que no deja de ser un enunciado arbitrario o posible.
Las imagenes no son propiedad del autor y su uso es exclusivamente con fines ilustrativos.

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