
No podemos vivir en paz mientras penda sobre nuestras cabezas la amenaza global de las armas nucleares. Este arsenal de destrucción masiva sigue allí presente e incluso aumenta continuamente. Por eso, este pasado 21 de setiembre se celebró el Día Internacional de la Paz dedicado al desarme nuclear, según lo ha propuesto el Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki-moon.
Nos espantamos cuando escuchamos que en escuelas y colegios hay armas. Sabemos que no se trata de tenerlas, sino de la tentación de que sean usadas en cualquier momento. Se trata de un asunto de vida o muerte. Con mayor razón debemos temer la existencia de armas nucleares que permanecen como peligro inminente sobre nuestro hogar, el mundo. Las armas de destrucción masiva no discriminan: el peligro es para todos.
Como indica Ban Ki-moon, en una guerra nuclear no habría ganadores. Sería la catástrofe final. De allí la urgencia de la acción para conseguir el desarme. Este es el único camino posible para otorgar un mundo seguro para nuestros hijos y nietos.
Ahora no se trata solo de conflictos entre naciones. Hay un nuevo elemento. La existencia de armas nucleares es ahora más peligrosa que nunca, dadas las posibilidades de que caigan en manos de los activos movimientos terroristas que azotan el mundo. Debemos eliminar esa posibilidad.
Eliminando las armas nucleares, habremos iniciado la ruta de la paz. Pero aún hay más: se podrán liberar enormes recursos que pueden usarse para enfrentar otros desafíos mundiales. Ban Ki-moon menciona el cambio climático global como uno de ellos y además añade la lucha por la seguridad alimentaria del planeta, indispensable para erradicar el hambre y paliar la pobreza. Podemos pensar en más.
Costa Rica, país modelo en el mundo por su opción por la paz, puede y debe dar el ejemplo apoyando esta campaña mundial por el desarme. Nuestra voz en el concierto mundial es más poderosa, ya que está respaldada por el ejemplo de la propia abolición de nuestro ejército hace ya seis décadas. Debemos aprovechar además la ocasión para fortalecer nuestro compromiso con la paz en la convivencia diaria y pacífica de nuestras comunidades, impulsado el respeto a los derechos humanos, el compromiso democrático y la eliminación de toda forma de violencia. Solo con acciones podremos avanzar hacia la paz del mundo, porque la paz se construye.
Nos espantamos cuando escuchamos que en escuelas y colegios hay armas. Sabemos que no se trata de tenerlas, sino de la tentación de que sean usadas en cualquier momento. Se trata de un asunto de vida o muerte. Con mayor razón debemos temer la existencia de armas nucleares que permanecen como peligro inminente sobre nuestro hogar, el mundo. Las armas de destrucción masiva no discriminan: el peligro es para todos.
Como indica Ban Ki-moon, en una guerra nuclear no habría ganadores. Sería la catástrofe final. De allí la urgencia de la acción para conseguir el desarme. Este es el único camino posible para otorgar un mundo seguro para nuestros hijos y nietos.
Ahora no se trata solo de conflictos entre naciones. Hay un nuevo elemento. La existencia de armas nucleares es ahora más peligrosa que nunca, dadas las posibilidades de que caigan en manos de los activos movimientos terroristas que azotan el mundo. Debemos eliminar esa posibilidad.
Eliminando las armas nucleares, habremos iniciado la ruta de la paz. Pero aún hay más: se podrán liberar enormes recursos que pueden usarse para enfrentar otros desafíos mundiales. Ban Ki-moon menciona el cambio climático global como uno de ellos y además añade la lucha por la seguridad alimentaria del planeta, indispensable para erradicar el hambre y paliar la pobreza. Podemos pensar en más.
Costa Rica, país modelo en el mundo por su opción por la paz, puede y debe dar el ejemplo apoyando esta campaña mundial por el desarme. Nuestra voz en el concierto mundial es más poderosa, ya que está respaldada por el ejemplo de la propia abolición de nuestro ejército hace ya seis décadas. Debemos aprovechar además la ocasión para fortalecer nuestro compromiso con la paz en la convivencia diaria y pacífica de nuestras comunidades, impulsado el respeto a los derechos humanos, el compromiso democrático y la eliminación de toda forma de violencia. Solo con acciones podremos avanzar hacia la paz del mundo, porque la paz se construye.